El descubrimiento de la obra de Rabindranaz Tagore (1861-1941) supuso para Occidente el deslumbrador encuentro con la tradición lírica que, partiendo de los" Upanisads" , continúa hasta nuestro siglo. Las tres obras reunidas en este volumen La luna nueva, El jardinero y Ofrenda lírica revelan la intensa espiritualidad del Premio Nobel de 1913, expresada en un lenguaje rítmico y colorista e impregnada de un profundo sentido de la naturaleza. La fama del gran escritor indio va unida en nuestra área idiomática a los nombres de Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez, cuyas traducciones de la obra de Tagore suponen una prodigiosa labor de recreación literaria.
Mujer... Por ti labra el poeta su tela de oro imaginaria; el pintor regala a tu forma, día tras día, nueva inmortalidad. Por adornarte, por vestirte, para hacerte más preciosa, el mar da sus perlas, la tierra su oro, su flor los jardines del estío. Eres mitad mujer y mitad sueño
Cuando te canto, amor mío, para que tú bailes, adivino por qué tienen música las hojas y por qué las olas ruedan sus coros de voces hasta el corazón maravillado de la tierra...
Estoy perdido en ti, preso en los dobleces de tus caricias. ¡Sálvame tú de ese hechizo, dame de nuevo aquella virilidad mía para que yo pueda de nuevo ofrecerte mi corazón libertado!
Este amor nuestro es sencillo como una canción. No tiene este amor misterios más allá de lo presente, ni ahhelo de alcanzar imposibles, ni sombras tras el encanto, ni búsquedas en la cima de la oscuridad...
La belleza no es dulce porque el ritmo voluble de su danza es el de nuestras vidas. La sabiduría nos es cara porque no tenemos tiempo de completarla. En lo eterno todo está hecho y concluido, pero las flores de la ilusión terrena son eternamente frescas, gracias a la muerte.
Parece que el cielo cabalga sobre la lluvia loca que se viene encima galopando. El río, impaciente, se alborota. Las mujeres vuelven de prisa del Ganjes, con sus cántaros.