Quiso Valle-Inclán que se iniciara la edición de sus obras completas con La lámpara maravillosa, en la que resume su estética y su ética. Haciendo eco de la riqueza de teorías filosóficas, tendencias y movimientos de fin de siglo, don Ramón sacraliza la belleza como centro del universo: "No olvides que la última y suprema razón que todas las cosas atesoran para ser amadas, es ser bellas". Junto a la belleza, ensalza la música de las palabras, que sugiere más allá del concepto: "El verbo de los poetas, como el de los santos, no requiere descifrarse por gramática para mover las almas. Su esencia es el milagro musical". Música, belleza y amor son tres de los cuatro pilares sobre los que se alza el pensamiento estético de Valle-Inclán. El cuarto, fundamental, es la ética. "En la ética futura se guardan las normas de la futura estética. Tres lámparas alumbran el camino: temperamento, sentimiento, conocimiento". Javier Blasco Pascual, catedrático de Literatura de la Universidad de Valladolid, contextualiza la obra y desvela en su introducción todo el complejo entramado teórico de esta pieza clave para comprender a un escritos genial
"Son las palabras espejos mágicos donde se evocan todas las imágenes del mundo."
"Este momento efímero de nuestra vida contiene todo el pasado y todo el porvenir".
" Bajo las tintas del ocaso estaba la tarde quieta, dormida, eterna. El color y la forma de las nubes eran la evocación de los momentos anteriores, ninguno había pasado, todos se sumaban en el último. Me sentí anegado en la onda de un deleite fragante como las rosas."
"Toda expresión suprema de belleza es un divino centro que engendra infinitos círculos."