Las novelas se escriben, algunas se publican, algunos llegan a leerlas y con el tiempo se las olvida. En ellas todo puede estar en juego, salvo la vida humana. Fuera del cuerpo médico no hay imbéciles más soberbios que los escritores.
Pocos saben para qué sirven los relatos. Pocos humanos, y también pocos entre los humanos escritores. Y los que saben para qué, si se los pudiera convocar y reunir, jamás alcanzarían un acuerdo sobre el raro servicio del narrar que cada uno ha de representarse.