— Cómo te odio, Mosca —le saludó. — Yo también te odio, Hueso. Y se miraron tiernamente
Era una mentira, sí, ¿pero acaso no lo son también los sueños? ¿Y no es el amor un gran sueño?
Pero había decidido quererle, o mejor, ya le quería, sin cortaprisas y sin ningún tipo de decisión voluntaria, porque sí, porque la vida y las circunstancias deciden por nosotros.
—Un beso también es un trato— dijo él—. Por lo menos para los que creen en el amor.
... cuando ya se iba, se volvió, y le dedicó una mirada extraña, cargada de significado y sobreentendidos, una mirada agradecida y a la vez algo desconfiada, pero preñada de esperanza y de amor.
El legionario pensó que era la segunda vez que una mujer le miraba de esa manera, con amor como de animal herido, con sorpresa, con temor y con esperanza a un tiempo. Y las dos veces había sido la misma mujer, María, y en el espacio de apenas catorce horas.