Última novela de uno de los más importantes autores en lengua española, La grande recupera lo mejor del amor por narrar. Una vasta galería de personajes y un nítido estilo se combinan en este ambicioso relato que ofrece un compendio de toda la obra de Juan José Saer. Su proyecto literario, lúcidamente desplegado a lo largo de más de cuatro décadas y una veintena de libros, alcanza en estas páginas su culminación. Ambientada en los años noventa y de un humor implacable, La grande nos muestra cuán complejo es hacer una recapitulación de aquello que llamamos, con una exceso de confianza, nuestra vida. En su obra, deslumbrante y rigurosa, ligada al desafío de poner en palabras la experiencia, Saer ha reflejado una visión total del mundo. Tras su muerte, ocurrida cuando estaba por empezar el último capítulo de esta novela, queda el valor universal y perenne de esa mirada y su prosa.
Confieso que al leer las primeras páginas de este libro sentí el placer que imagino experimenta todo buen lector cuando descubre por primera vez a un escritor que se encuadra dentro del estilo literario que más le gusta. Es este un libro escrito con precisión y preciosidad en el uso de las palabras. Palabras que, pareciera que nadando sobre un río de aguas misteriosas y llevadas por la corriente hacia un destino ignorado, a veces se hundieran en lo más profundo de la noche, y otras veces resurgieran, brillantes y aliviadas de haberse salvado del naufragio, mostrándose ahora pesadas y cansadas, dando cuenta del esfuerzo que deben hacer para contarnos aquello para lo cual fueron escritas. Y ellas nos cuentan la historia de Willi Gutiérrez, un hombre que regresa desde Europa a su pueblo natal en una provincia argentina, del que salió joven hace 30 años atrás, de un día para otro y sin dar explicaciones a nadie, huyendo del sufrimiento de un amor que imaginó para siempre y qué terminó decepcionándolo como nunca. La narración transcurre entonces, entre nuevo tiempo y lugar en que Gutiérrez se encuentra, y los recuerdos instalados en la memoria, propia y colectiva, que hacen que las diferentes personas con que se reencuentra, y aún las nuevas que conoce, vayan de un tiempo a otro, entrelazando historias y buscando, vanamente, hacer una recapitulación de aquello en que están empeñados en llamar, su vida. Debo advertir que en algunos pasajes del libro la lectura se vuelve densa, y la verborragia de que el autor hace gala desde un principio, termina por generar una abundancia de imágenes superpuestas , que se anulan unas a otras, sin dejar que alguna aclare el panorama. Por eso este libro debe ser leído lentamente, para no perder detalle y como siguiendo el hilo de Ariadna, o más exactamente, siguiendo las migas de pan que el autor va dejando desperdigadas sobre el texto, que podría permitirnos a nosotros, lectores hambrientos, guiarnos hacia el fin de la historia, para intentar develar el misterio del regreso.
Pero acordate de lo que te digo: que un hombre se contente con ser bueno no le basta a una mujer de verdad.