Homer Macauley trabaja como mensajero para una compañía de telégrafos y se convierte en testigo de la vida cotidiana de los habitantes de Ithaca, una pequña población del valle de San Joaquín, en California, que ve como muchos de sus soldados, en plena Segunda Guerra Mundial, no regresan al frente.
La lectura aunque en algunos momentos inconexa, me ha parecido muy amena y que conecta bastante bien con la dinámica del lugar, te transmite bastante bien y con bastante dulzura como es la tranquilidad de un pueblo pequeño y de un hogar familiar, además me ha gustado mucho como definía y como desarrollaba la psicología de los personajes, así como resaltaba también las inquietudes y las motivaciones de los personajes. En definitiva, me ha parecido una gran lectura que no solamente trata de lo humano sino también de lo divino del más allá de la muerte de las desgracias de las penas y tristezas pero también de las alegrías de un hogar lleno de amor, además trata de temas muy importantes y muy difíciles de hablar como es la madurez frente a dificultades que aparecen en la vida como la pérdida de un ser querido además trata de una manera directa de cómo es o cómo debe de ser el hombre en cierto sentido junto con sus sentimientos. Me ha parecido una lectura sencilla, amena, profunda y muy divertida.
Un hombre no es un hombre de verdad si no tiene pena. Si a un hombre no le ha hecho llorar el dolor del mundo solamente es medio hombre, y en el mundo siempre habrá dolor. Saber esto no quiere decir que un hombre tenga que desesperar.
Un buen hombre busca que las cosas le causen dolor. Un hombre necio ni siquiera verá el dolor, salvo en sí mismo. Y el pobre desgraciado que sea un mal hombre infligirá más dolor a las cosas y lo extenderá donde quiera que vaya.
Pero ninguno tiene culpa, me temo, porque ninguno pidió venir aquí y ninguno vino sin antecedentes, ninguno salió de la nada. Salieron de otras personas. La verdad es que no creo que los malos sepan que son malos. Es solo que tienen mala suerte.