Aunque el Finisterre propiamente dicho se ubique en la costa gallega, todo el Cantábrico, desde Francia hasta el Atlántico, tiene un aire de no más allá, de despeñadero hacia la falsa nada del mar. Esta relación mar-tierra es la que enriquece las cocinas de los pueblos que han creado cocina en Galicia, Asturias, Cantabria y el País Vasco. Muchos tópicos son verdades, y el que señala que la cocina gallega se fundamenta en sus excelentes materias primas no yerra, pero no dice toda la verdad.