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PSICOLOGÍA Y AUTOAYUDA

LA CABEZA BIEN PUESTA: BASES PARA UNA REFORMA EDUCATIVA

EDGAR MORIN

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Sinopsis de LA CABEZA BIEN PUESTA: BASES PARA UNA REFORMA EDUCATIVA

Reformar el pensamiento para reformar la enseñanza, y reformar la enseñanza para reformar el pensamiento. Para reformar el pensamiento Morin propone los principios que permitirían seguir la indicación de Pascal: "Creo que es imposible conocer las partes sin conocer el todo y que es imposible conocer el todo sin conocer particularmente las partes...". Esos principios conducen a superar un conocimiento fragmentario que, al tornar invisibles las alteraciones entre un todo y sus partes, rompe lo complejo y oculta los problemas esenciales; conducen también a superar un conocimiento que, al atender sólo a las globalidades, pierde contacto con lo particular, lo singular y lo concreto. Esos principios conducen a remediar la funesta desunión entre el pensamiento científico, que disocia los conocimientos y no reflexiona sobre el destino humano, y el pensamiento humanista, que ignora los aportes de las ciencias que pueden alimentar sus interrogantes sobre el mundo y la vida. Por eso es necesaria una reforma del pensamiento que desarrolle nuestra aptitud para organizar el conocimiento y permita la vinculación de dos culturas divorciadas. Podrían reaparecer así las grandes finalidades de la enseñanza: crear cabezas bien puestas más que bien llenas, enseñar la condición humana, iniciar en la vida, afrontar la incertidumbre, enseñar a transformarse en ciudadanos.

1 reseñas sobre el libro LA CABEZA BIEN PUESTA: BASES PARA UNA REFORMA EDUCATIVA

“La cabeza bien puesta” era una expresión que Montaigne usaba para contraponerla a la cabeza “repleta” (conocimiento acumulado y apilado que no dispone de un principio de selección y organización que le otorgue sentido). Edgar Morin – filósofo y sociólogo francés nacido en 1921, todavía vivo con 102 años a cuestas – escribe este breve ensayo de 140 págs. en 1999 a la manera de “algunas notas para un Emilio contemporáneo”. Morin constata la desunión y el divorcio entre la cultura de las humanidades y la cultura científica, como dos bloques aislados en el seno de la cultura. Y cómo esta fragmentación impide lo que ya Pascal ( 1623-1662) señalaba: “Imposible conocer las partes sin conocer el todo …”y viceversa. La “cabeza bien puesta” (con los principios organizadores que integran los saberes de los mundos científico y humanista) es la respuesta a lo que T. S. Eliot (1888-1965) se preguntaba: “¿Dónde está el conocimiento que perdemos en la información?; ¿Dónde está la sabiduría que perdemos en el conocimiento?”. Aquí Morin, retomando la pregunta que Marx se hacía en su Tesis sobre Feuerbach: “Quién educará a los educadores?”, propone distintas complementarias “ESCUELAS”: * Escuelas de la lengua y de la cualidad poética de la vida; * Escuelas del descubrimiento de uno mismo en el que los libros son ´experiencias de verdad´; * Escuelas de la complejidad humana ( que incluyen las novelas, el teatro y el cine); * Escuelas de la comprensión humana … y en todas ellas el papel preponderante de la FILOSOFIA, que es, con su racionalidad crítica, “una potencia de interrogación y de reflexión sobre los conocimientos y sobre la condición humana”. La PEDAGOGIA común a estas ´escuelas´ agrupa “al filósofo, al psicólogo, al historiador, al escritor, … para una iniciación en la LUCIDEZ”. Este magnífico y clarificador librito es una lúcida contribución a aprender a vivir: a “transformar el CONOCIMIENTO adquirido en SAPIENCIA y la incorporación de esta sapiencia a la VIDA”.


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