JUVENTUD

Juventud es una novela engañosa. Al estar enmarcado en las memorias del autor se puede creer con facilidad en la idea de que el texto es una biografía, pero siendo un retrato concreto, dicho postulado es simplemente la punta visible del iceberg. El mismo Coetzee nos informa que no pretende contar su vida de manera fidedigna, haciendo uso de un narrador en tercera persona el cual, salvo en contadas ocasiones, responde al nombre de Él. La maestría del sudafricano es visible desde dos ángulos: primero, gracias al intimismo con que logra retrarar la vida de un aparente desconocido, un ser anónimo que no contiene ningún rasgo memorable; a medida que avanzan las páginas es inevitable confundir a ese personaje narrado desde el exterior con los pensamientos más profundos plasmados en el diario de cualquiera de nosotros. La segunda demostración de genialidad es precisamente el poder de los hechos que de manera episodica se nos van contando. No es el paso a paso de un prospecto de poeta lo que nos engancha en la lectura, es, sobre todo, la esencia necesaria que atestiguamos como si se tratara del camino de un monje, donde la acción se desenvuelve en el interior. Por último, hay que agregar que la historia es narrada en presente lo cual otorga ciertos destellos de frenetismo muy acordes a la vida de un John ficticio y testarudo. Juventud fue mi novela de cabecera por muchos años, pues en mí, y creo que en muchos, funciona como un manual interior, capaz de acercarnos a la extrañeza de vidas tristes y solitarias, pero también dignas de ser vividas.