JAMES BOND 3: MOONRAKER

Este libro me ha sorprendido mucho. Dejando de lado las excesivas ganas de Ian Fleming por mostrar sus amplios conocimientos de catálogos refinados de ropa, modas y motor (que no son tan excesivas como en las dos novelas anteriores), el libro tiene un buen ritmo narrativo estructurado en tres partes diferenciadas. Si bien los dos anteriores de la saga Bond eran regulares, Moonraker sorprende por varios motivos. Empieza con un asunto casual que se convierte en una trepidante partida de cartas la mar de emocionante muy bien narrada. Casi una versión 2.0 de las que leímos en Casino Royale. Los personajes están bien definidos y el devenir de los acontecimientos son interesantes. El personaje de Bond del imaginario público dista mucho del real de las primeras novelas. No es un rompecorazones machista ni falto de sensibilidad. Se lleva muchos palos físicos y alguno amoroso. Su principal virtud es su instinto de supervivencia. Y tiene muy asumido su sacrificio personal por el bien común. Valores incuestionables que lo hace un personaje más carismático en la sociedad actual que los de las películas clásicas. Y es que además, la trama de la novela tiene poco que ver con la de la película protagonizada por Roger Moore. Hay un cohete, sí. Hay un antagonista que se llama igual, Hugo Drax. Pero ya está. No hay viajes espaciales ni esbirros con mandíbulas de acero. La trama aquí es más sencilla a la vez que menos convencional. Hay giros de guion que quizá en nuestros tiempos sorprenden menos, pero de los que bebieron muchas historias de espías de los setenta y ochenta. Hay que tener en cuenta el contexto político e histórico en el que está situada la novela, lo que hace disfrutarla más. Y el resultado final es una deliciosa y auténtica historia de espías y agentes secretos luchando por salvar el mundo.