Los psiquiatras, afirma Szasz, suelen ocultar y mistificar su toma de partido tras un manto de neutralidad terapéutica, sin admitir jamás que son los aliados o adversarios del paciente. En vez de definir su intervención como beneficiosa o dañina, liberadora u opresora para el paciente, insisten en definirla como un diagnóstico y tratamiento de la enfermedad mental. Es justamente en este punto, según el autor, donde reside el fracaso moral y la incompetencia técnica del psiquiatra contemporáneo. Se trata entonces de reevaluar la psiquiatría definiéndola como una empresa moral y política, desenmascarando una ideología que menoscaba al hombre como persona y lo oprime como ciudadano. Szasz encuentra además evidencias de la acción de dicha ideología en campos como la educación, la política y el derecho.