Sinopsis de HOMER Y LANGLEY

«Soy Homer, el hermano ciego. No perdí la vista de golpe, fue como en el cine: un fundido lento.» Así empieza la historia de los hermanos Collyer que conmocionó al Nueva York de finales de los años cuarenta cuando los encontraron sepultados bajo toneladas de basura en su mansión de la Quinta Avenida. Doctorow aprovecha su propia fascinación por ellos, para llevarnos de la mano a través de los acontecimientos que rodearon la vida de sus personajes, que deciden ausentarse de la vida pero que a cambio consiguen que la vida acuda a la puerta de su casa.

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Resulta paradójico que por lo regular usemos nuestros sentidos sin pizca de asombro, pero esto se debe a que generalmente nos topamos con situaciones que no implican sucesos trascendentales; no obstante, ¿Qué pensaríamos si alguien nos contase que siente las cosas por el aire que desplazan, que también percibe el calor de las mismas o que puede oír las superficies? En dicho sentido conoceremos un personaje particular que posee cierta sensibilidad descriptiva del mundo que le rodea, pero a la vez, veremos que ello conlleva grandes dificultades. Este es un relato que permite aventurarse en el espacio narrativo de los orígenes de una familia donde las cosas toman un rumbo poco esperado, aunque también es una suerte de artificio que nos planteará mayor inquietud cuando nos topemos con extrañas propuestas, como la pretenciosa labor emprendida por uno de los protagonistas a partir de una enorme pila de periódicos. Quizás el autor nos reta a fijarnos en partes del texto para irlas atando y proponer la pesquisa de nuestra propia vida, posiblemente con provocaciones como decir que “hay progreso y al mismo tiempo nada cambia”, o cuando se menciona que el Homo sapiens es una especie que siempre tropieza dos veces con la misma piedra. Seremos testigos del transcurrir de diversas vidas donde el factor económico, las clases sociales, los avances tecnológicos, la guerra y las instituciones afectan a las personas y van tejiendo esa misteriosa humanidad, aunque cabe decir que resulta conveniente detenerse en algunos fragmentos para cavilar... “Y así desaparecen las personas de la vida de uno y lo único que recuerdas de ellas es su humanidad, una pobre entidad espasmódica, sin territorio propio, igual que la tuya”. Claro que sumado a lo anterior, no sobraría hacer un alto para debatir en soliloquio la postura de uno de los personajes cuando relata que ante el dinero damos brincos como marionetas colgadas de hilos, no pareciera haber atisbo de amor propio. En suma, no resulta tan descabellada la propuesta ficcional basada en una historia real, que más allá de narrar un acontecimiento, pareciera ser una invitación a la reflexión acerca de la teoría que tenemos sobre nuestra forma de ser.


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