En la Ilustración los sabios lo manipulan y lo diseccionan. Miden la masa, la densidad, el volumen, la temperatura. Analizan sus movimientos. Pero los cuerpos de los expertos en anatomía, el de los fisiólogos y el de los gimnastas, son radicalmente diferentes de los cuerpos que sufren y que disfrutan. Los historiadores suelen olvidar la tensión existente entre el objeto científico y el cuerpo que prueba el placer y el dolor.