Sinopsis de GUAYACANAL

En Guayacanal, su obra más personal, William Ospina revive la historia de sus bisabuelos, de sus abuelos, de Padua -el lugar donde nació-, de un tiempo lejano que si bien es el de su infancia, también podría se el de su vida entera. Llena de alegría, de música, de personajes de una humanidad inverosímil, de fiestas, relatos, poesía, magia y naturaleza, así como también de mezquindades gratuitas, de hombres avisos, de terribles crímenes, está extraordinaria novela logra, en cierto modo, desentrañar el espíritu de un país entero, resucitando una Colombia extinta, una época, una región, unos personajes desaparecidos físicamente, que podrán estar vivos por siempre en estas páginas.

4 reseñas sobre el libro GUAYACANAL

William Ospina recupera la historia de sus antepasados y de la tierra que lo vio nacer. A través de una rica narrativa describe vivencias y personajes que han dejado huellas indelebles en su vida. Recuperar la historia es reconstruir la vida y revivir a aquellos que aunque ya no están con nosotros, forman parte de nuestra vida y le otorgan un mayor sentido.


William Ospina basado en la antigua tradición del relato nos cuenta cuando sus tatarabuelos llegaron a los departamentos de Caldas y Tolima, y describe como sus vidas se entretejieron con el progreso de la bonanza cafetera y cuando la llegada de la violencia acabó con cualquier esperanza de prosperidad. Ospina nos regala la Colombia bella.


Me encantó la narrativa de William Ospina, con este libro de verdad, como él mismo lo menciona, hace un viaje en la memoria en el que logra llevarlo a uno y lo va sumergiendo y conectando cada vez más con cada uno de los lugares y personajes maravillosos de diferentes generaciones involucrados en estas historias. Lamentablemente en varios capítulos se encentran hechos violentos que aunque son muy tristes, hacen parte de nuestra realidad, sin embargo, es mucho más lo positivo y mágico que nos recuerda de nuestros territorios y gentes.


Gabriel García Márquez decía: “"La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla.”, por eso en sentido estricto hasta las memorias más vívidas que uno tiene de sus experiencias, al contarlas o escribirlas, se terminan ficcionalizando, porque la persona cuando las cuenta las va rememorando de acuerdo con lo que sintió y en ese sentido se ve permeado por un sinnúmero de emociones que ya dejan de ser objetivas, sin embargo es necesario narrarnos la vida que vivimos y la manera como la recordamos, porque en esas palabras nos vemos reflejados como seres que se nutren de las experiencias mismas, esto en un afán de proyectarnos de forma más consciente hacia otros porvenires. Recordar y narrar es quizá uno de los ejercicios más catárticos que haya, contarnos nuestra historia nos permite reconocernos como sujetos de un pasado para revalidarnos en el presente, es la palabra la que nos permite hacer ese vínculo y cuando la exteriorizamos, tenemos la capacidad de reflejarnos por medio de ella, esto nos lleva a reevaluarnos desde nuestro propio accionar tanto para nuestro fuero interno como para la relación con los otros. Ospina nos muestra que cuando se logra hacer esto, el presente se llena de profundas significaciones, pues haber conocido por medio de esas hermosas fotos de antaño, las vivencias, costumbres y pensamientos de sus bisabuelos, le permitió entender, en parte, de dónde viene ese mundo idiosincrático que recorre toda la descendencia familiar de hoy, además es casi una excusa para contar esa historia colombiana que desde el siglo XIX se cuenta en medio de inequidades, opresiones y mucha sangre. Quizá por lo anterior, leer “Guayacanal” de William Ospina se torne en una experiencia muy grata, pues todos estamos hechos de historias, todos tenemos en nuestro haber, lugares, paisajes, relatos, personas y como lectores cuando recorremos esas vastas tierras tolimenses de los antepasados del mismo autor, vamos recreando en nuestras mentes esos referentes que nosotros tenemos de nuestra vida agreste, de ese pasado que es el cimiento principal de nuestro presente y que cuando lo leemos en el autor es insoslayable no asimilarlo con nuestras experiencias más próximas, más aún cuando el libro en sí es un retrato de las emociones que tiene quien las narra y sobre cómo él las recuerda. William Ospina, con su libro, nos entrega un legado familiar donde logra hacer de la vida de campo toda una apología sobre la forma de hablar, sobre las costumbres y sobre la forma de enfrentar sus adversidades, además de la relación que tuvieron sus antepasados en épocas de reyes españoles, en momentos cuando la violencia se recrudecía por culpa de las divisiones políticas. En parte su libro se convierte en un legado de la memoria, es la resignificación de un pasado que a veces desconocemos y que cual punta del iceberg, en ocasiones pensamos que solo existe la parte que sobresale, cuando lo que sostiene lo que vemos, es eso que se afinca en las profundidades y que a veces es tan importante para poder entender por qué esa punta se sostiene de esa forma. De ahí que la literatura sea esa herramienta transformadora, un puente para ver con los ojos del otro, para ver con los ojos de quien viaja, de quien sufre, de quien enfrenta otras realidades, quizá ahí entendamos las palabras de Estanislao cuando dice en “El elogio de la dificultad” que lo grato de la vida es que hay personas que piensan diferente a nosotros, porque en esos mundos tan ignotos, está el germen primigenio de la diversidad de nuestro mundo, paraísos andantes que nos muestran distintos horizontes, advenedizas voces que nos llegan a nuestras mentes con la confianza que solo otorga las viejas amistades. Leer al otro es un ejercicio de tolerancia y complicidad, es entender lo que los romanos rezaban insistentemente: “Nihil novum sub sole”, no hay nada nuevo bajo el sol y aunque lo leamos en un importante y profundo libro, lo veamos en alguna buena pieza cinematográfica, lo escuchemos en una profunda y conmovedora canción o lo sospechemos en una cautivadora representación cinematográfica, el arte siempre nos recordará que esas vidas, que esas vivencias, que esos dolores, que esos sentires son comunes a la vida humana, que en cuanto a sufrimientos, pasiones y placeres no hay nada que inventar, que los personajes que representamos y con los que nos regocijamos podemos ser nosotros, ya sea este un personaje de la Colombia del siglo XIX tratando de hacer historia con hacha y machete, o un hombre en el siglo XXI tratando de entender un pasado que le explique y le resignifique su presente, así como Ospina lo hizo con su bella obra, “Guayacanal”.


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FRASES DEL LIBRO GUAYACANAL

De algún modo, Josefina pertenecía más al mundo de las hadas y de los duendes que al mundo de los seres humanos, pues le fue concedido criar a tres generaciones y vivir más de un siglo. Es ella, más que nadie, la causa de que yo esté contanto ahora estas cosas.


Publicado porLuis Peña

"Yo no me quiero morir todavía", me dijo con una sonrisa, "porque aquí hay mucho con quien conversar". Él se pasó la vida conversando. Nunca conocí a nadie capaz de relatar un mundo tan minuciosamente.


Publicado porLuis Peña

De allí sacó mi abuela la sentencia que enseñó a sus hijas: "A los curas", decía, "hay que oírles la misa y sacarles el cuerpo".


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Si aprendieran un poco más de los cardenales, no vendrían a decirles a los campesinos de estas montañas que el mal solo está en ellos, cuando la semilla está en el corazón de todos, y ser obispo o ser cardenal no salva a nadie de estar amasado con el mismo barro de la humanidad.


Publicado porLuis Peña

Se reía de los curas y de la gente crédula, criticaba al gobierno, regañaba a los policías, y si alguien se quejaba de males nerviosos o líos judiciales, siempre decía: "Es que usted no ha leído", insinuando que los libros eran tan útiles como las medicinas y los abogados.


Publicado porLuis Peña

Tú eres la vida, la vida dulce, llena de encantos y lucidez, tú me sostienes y me conduces, hasta la cumbre de tu altivez: Tú eres constancia, yo soy paciencia, tú eres ternura yo soy piedad, tú representas la independencia, yo simbolizo la libertad.


Publicado porLuis Peña