Fernando de la Quadra Salcedo y Arrieta Mascarua, Marquès de Castillejos, (Güeñes, 1890- Bilbao, 1936) exhibió de continuo múltiples disposiciones intelectuales. A su condición de abogado, genealogista, historiador, periodista, y conferenciante destacado, añadió la de poeta. Fue la suya una poesía de la Historia, verdadero documento de la lírica encartada. A este respecto, lo señala José Ramón Blanco, autor de esta sentida biografía, el propio Quadra aseguró que la poesía de los vascos es tan antigua como la raza. Julio de Urquijo indicaba que tuvo un gran amor por nuestro país, al punto de que veía todo lo vasco con cristales de aumento y se sentía orgulloso de su condición de tal. Buen conocedor de la lengua Euskara, su ensayo Defensa de la obra de los vascos. ¡Cavernicolas, cavernícolas! supuso una encendida defensa de la minoría vasco-navarra, aviesamente maltratada en las Cortes. Según González Ruano, su vida constituyó un capítulo extraordinario de originalidad, de personalidad millonaria y delirante. Carácter que se mostró generoso y expansivo en la mítica tertulia del Lion D ́Or y en sus numerosos trabajos literarios y periodísticos: La personalidad vasca en la literatura poética; El versolari; Banderizos, teatro; Llanto de los Pirineos, libro de poemas; Los vascos del Renacimiento; Fuero de las Encartaciones; o Las bellezas bilbaínas del siglo XIX, entre otros. La siniestra visita de la parca, su muerte, supuso una terrible paradoja, una muestra más del sin sentido de las guerras. Detenido a comienzos de la confrontación civil, se le condujo al barco prisión Altuna Mendi, surto en la ría de Bilbao, donde terminó fusilado. Su fin trágico no correspondió a su carácter apacible, concluyó apesadumbrado Julio Caro Baroja.