¡Qué rica experiencia es rezar los salmos! ¡Qué dicha poder hacerlo con las mismas palabras con las que rezaba Jesús! ¡Qué devoción podernos hacer ’eco’ de los sentimientos de Jesús y de la Sagrada Familia al rezar los mismos salmos que ellos rezaban! Rezando los salmos hacemos nuestras las alabanzas que Jesús dirigía a su “Abba” cuando recitaba, por ejemplo, el salmo 100: “Amo al Señor”; o podemos llenar nuestro corazón de agradecimiento con el salmo 138: “Te doy gracias porque me has escogido portentosamente”; o de humilde fe y confianza al repetir las palabras del salmo 30: “Pero yo confío en ti, Señor”. Espigando en los salmos pretende solamente darnos la ocasión, con una breve introducción y comentario, de rezar el salmo uniéndonos a la oración silenciosa y humilde, perseverante y eficaz que Jesús hace en el Sagrario. Nosotros deseamos unirnos a esta oración eucarística de Jesús para llenarnos el alma de los sentimientos de alabanza, gratitud y confianza.