ESPERA A LA PRIMAVERA, BANDINI

No podría escribir esta reseña de la forma en que acostumbro, porque John Fante verdaderamente me ha tocado. Me he quedado en más de una ocasión con un nudo en la garganta, con el sollozo en el alma, con la palabra en los labios. A pesar de las muchas diferencias, me he identificado ¡y de qué manera! con Arturo Bandini, su familia y su entorno. Mi papá. Sergio, fue un trabajador incansable que se echó al hombro no solamente su esposa y sus hijos, sino sus hermanos, su mamá y hasta algunos de sus primos. El papá de Arturo Bandini, Svevo, también fue un luchador, un perfeccionista, aunque limitado por las circunstancias y las carencias. Mi mamá, Gloria, una mujer piadosa, preocupada siempre por sus hijos, a quienes conocía mejor que nadie y tan fácilmente afectable por los problemas de sus seres queridos, al igual que María, la ingenua e impredeciblemente explosiva madre de Bandini. Mis dos hermanos, Camilo y Mario, tan parecidos a mí y al mismo tiempo tan distintos, tan únicos e irrepetibles como Federico y August Bandini, tan pegados siempre a la norma, tan bien portados. Y finalmente yo... tan Arturo Bandini, creyéndome más inteligente que mis familiares y mis amigos, amante de la lectura, pichón de iconoclasta, independiente de pensamiento y tan proclive a fracasar en esas pequeñas empresas que acometí de niño. ¡Cuántas semejanzas! Em mi casa siempre hubo comida en la mesa y siempre se pagaron puntualmente todas las facturas. Mi papá siempre tuvo un empleo muy bien remunerado: cuarenta años de su vida le entregó a una multinacional. Nunca me faltó nada, pero entiendo a la perfección las carencias, la angustia, las motivaciones, el dolor, el hambre y las alegrías de la familia Bandini. Me siento retratado en Arturo cada vez que acecha a esa Rosa Pinelli con la que ha soñado durante años y a la que nunca logra acercarse. Soy el Arturo que ha buscado su lugar en el mundo y que ha encontrado su refugio en los libros, el mismo que le miente a su madre para evitarle dolores de cabeza. Gracias, John Fante, por este retrato de mi familia; de las familias americanas y de todo el mundo, de hace ochenta, sesenta, cuarenta o veinte años. Gracias por expresarlo tan bien, de una forma tan particular, tan diáfana y tan coherente. Gracias por esta inusual lágrima que se me encarama al ojo después de haber terminado el libro.

Una novela con una escritura limpia y precisa, con descripciones exactas, que narra la historia de una familia de inmigrantes pobres en un Estados Unidos hundido en plena crisis, totalmente ajeno al sueño americano. El foco está puesto en Arturo Bandini, el hijo mayor, quien está transitando el cambio de la niñez en la adolescencia mientras el matrimonio de sus padres se cae pedazos y la nieve y el hambre azotan el medio oeste norteamericano.

Durante el invierno la argamasa se congela y no permite que los albañiles pueden trabajar. Es el invierno el que se ensaña con la familia Bandini, que vive con la esperanza de que llegue la Primavera y con ella se vayan las carencias y las penas como nieve que se descongela poco a poco. John Fante, con su peculiar forma de narrar, describe a una familia italoamericana habitante del crudo invierno de Colorado, Estados Unidos, y a través de los ojos de tres miembros de dicha familia, nos hace sentir la pobreza, la decepción, la fe, el idealismo, y la esperanza que existía durante las post depresión norteamericana. A mi punto de vista, es una imagen cruda de la falta de ambición del padre, que en su errada toma de decisiones afecta la cordura de la muy religiosa madre, y el peligroso desarrollo juvenil de sus tres hijos, que te hacen pensar que no queda de otra, crecer es duro.

Hay que leer toda la obra de Fante.

Siento que no aprovechó al personaje principal como podría haberlo hecho.