Te conceda la gracia de las nubes y aún inmóviles mires lo mutable, y vuelvas en verano, con la lluvia a inventar la ciudad inagotable. No el océano que amaste sino el cielo, más alto que los hombres y los barcos, te nombrará farero de las nubes, profesor de sirenas descarriadas. Contemplarás los blancos paquebotes esculpidos en luz o ala de ángel, navegar por canales luminosos con el sol en sus cuerpos imposibles. Todo será futuro, sueño ardiente, y estarás en un cielo más tangible, el burlador triunfante de tus ansias cuando diste batalla entre nosotros. "Razones del Samurai, XII" de Vicente Quirarte.