Incomprendido y atacado por casi toda la crítica de su tiempo, ;strong;Enrique Jardiel Poncela;/strong; conoce ahora, al ampato de la reivindicación de las vanguardias, un creciente reconocimiento. Su propósito era rimper con las formas tradicionales de lo cómico, atadas a lo real y lo verosímil. Frente a ello, Jardiel busca que en su teatro fluya de continuo lo inverosímil: en el patio de butacas -decía- la vida cotidiana con su aburrimiento; en la escena, la fantasía y la risa renovada. Por ese camino logró superar el naturalismo estrecho del teatro español y su casticismo; liberó el lenguaje, casi siempre ligado a actores tipificados, y aportó a la escene un humor, de raís intelectual, que sirve de hilo conductor al absurdo lógico.