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  3. EL VIZCONDE DEMEDIADO

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Sinopsis de EL VIZCONDE DEMEDIADO

Fábula que plantea la búsqueda del ser humano en su totalidad, quien suele estar hecho de algo más que de la suma de sus mitades. La historia del vizconde de Terralba, partido en dos por un cañonazo y sus dos mitades continuaron viviendo por separado. Símbolo de la condición humana dividida, medardo de Terralba sale a caminar por sus tierras. A su paso, las peras que colgaban de los árboles aparecen todas partidas por la mitad. Cada encuentro de dos seres en el mundo es un desgarrarse, le dice la mitad mala del vizconde a la mujer de quien se ha enamorado. Pero ¿es seguro que se trate de la mitad mala?

7 reseñas sobre el libro EL VIZCONDE DEMEDIADO

Genial y lleno de metáforas de la dualidad del ser humano, Calvino nos pinta a un Vizconde que necesita, sin darse cuenta su lado bueno de su lado malo. Un tratado de psicología a su manera


Hace tiempo lo leí y me encantó. Divertida pero con muchísimo sentido. Las dos mitades que conforman uno. Muy recomendable y además se lee fácil y rápido.


Una fábula divertida que habla, nada más y nada menos, que del bien y el mal que todas las personas llevamos dentro. Luces y sombras de la sociedad, de un país, del mundo en general, de cualquier existencia. Muy recomendable. Es cortito y recompensa seguro.


Qué maravilla es volver a Italo Calvino, siempre. Esta vez le ha tocado el turno a «El vizconde demediado», el primer libro de la trilogía «Nuestros antepasados» (los otros dos son El barón rampante y El caballero inexistente), que por fin he completado. El regusto que dejan los tres libros puede durar toda la vida. El señor Italo se afianza como uno de mis prefes, uno de los autores cuyas historias son de obligada lectura. Porque a pesar de tener siempre algo de trágico y de cruel, la narración y sus personajes de cuento ahondan en esos aspectos de la naturaleza humana que tanto me gustan. Habla de la búsqueda del bien y de la existencia del mal. Plantea situaciones inverosímiles, en un principio, pero Calvino lo desarrolla de tal modo que todo te parece normal. Cuando te acercas a «Nuestros antepasados», te crees que hubo un niño que decidió no volver a bajarse del árbol y vivió ahí para siempre, que hubo un valiente caballero bajo cuya armadura no existía ningún cuerpo y que hubo un hombre que fue partido en dos y cada parte sobrevivió por separado. Esto último es el eje central de «El vizconde demediado», Medardo de Terralba, a quien un cañonazo dividió en dos, de manera vertical, con una equidad y precisión perfectas. Una parte contiene la maldad y la otra la bondad, sin que una tenga rastro alguno de la otra. Calvino inventa una fábula en la que dibuja un imperfecto Yin-Yang (y sus consecuencias). Magistral. . . «No hay noche de luna en la que en los ánimos malvados las ideas perversas no se enredan como nidadas de serpientes, y en la que en los ánimos benéficos no broten lirios de renuncia y entrega. Así, entre los precipicios de Terralba, las dos mitades de Medardo sacaban atormentadas por ansias opuestas». . . Reseña completa en https://denmeunpapelillo.net/el-vizconde-demediado-italo.../


Mediante un aparente cuento inocente nos habla del bien y del mal absolutos como no deseables, uno por vileza sin medida y el otro por cargante bondad estupida. Genial.


Un libro sublime , la aventura del bien y del mal, finalmente todo está adentro de uno. Calvino desarrolla una metáfora y un simbolismo elevado, ademas divertido.


Italo Calvino, que pasa por ser uno de los más grandes escritores del siglo XX, vivió 62 años, en los cuales escribió más de cincuenta obras entre novelas, cuentos y ensayos. Conocido sobre todo por El barón rampante, Las ciudades invisibles o El caballero inexistente, El vizconde demediado supuso su incursión en el género fantástico. El escritor italo-cubano, atraído desde siempre por la literatura popular, especialmente las fábulas, decidió, en 1952, dar definitivamente rienda suelta a su imaginación y dejar atrás su obra anterior, donde trató de contar sus experiencias como partisano durante la Segunda Guerra Mundial. Una vez abandonado el neorrealismo --más que una escuela, una manera de sentir común en la juventud de la posguerra--, consiguió escribir las obras que lo harían realmente inmortal. La que nos ocupa es una fábula fantástica en la que, tras una primera lectura superficial agradable --para él, la diversión debe ser siempre la primera función social de la literatura--, encontramos otra más alegórica y simbólica cargada de significados históricos, políticos, públicos y privados --el demediamiento cumple aquí un claro papel de división entre bloques políticos, entre la ética y la ideología, entre la ilusión y la realidad-- que invitan a la moderación y al equilibrio, pues nadie es poseedor de la verdad absoluta. Las influencias iniciales de Cesare Pavese dejaron paso a una literatura más al estilo de Robert Louis Stevenson, de simetrías y contrastes (como en Doctor Jekyll y Mister Hyde). De nuevo, el demediado divide el bien y el mal, lo bueno y lo malo. Y el hombre contemporáneo se nos presenta como un ser incompleto, incluso alienado y desarraigado (como en El extranjero, de Albert Camus). A ritmo de cuento y aventura, el sobrino del vizconde Medardo de Terralba narra, en tercera persona omnisciente, la historia de su tío, partido en dos por un cañonazo turco en Bohemia en el transcurso de las famosas guerras contra los infieles. Pese a que la acción no se data con exactitud durante la narración, las continuas referencias al capitán Cook y a los descendientes de los hugonotes franceses asentados en Italia nos indican que nos encontramos en algún momento del siglo XVIII. La historia se cuenta a partir de diez capítulos cortos que componen las escasas noventa páginas de la obra. Obviamente, se lee del tirón. No en vano, está escrita en un lenguaje entendible hasta por los lectores más distraídos y la intriga por conocer su desenlace hace el resto. Además, el ritmo, algo más lento al comienzo, se acelera a partir de la mitad de la obra, lo que le otorga una mayor agilidad. La parte mala del vizconde regresa a su castillo y comienza a sembrar el pánico entre sus allegados. Así, parte por la mitad las peras, regala setas envenenadas --también partidas por la mitad-- a los niños, condena a la horca a sus discípulos sin demasiadas razones legales, sierra puentes para provocar trágicos accidentes y hasta envía, sin motivos, a su mejor sirvienta, Sebastiana, a Pratofungo, lugar adonde se retiran los leprosos, comandados por el siniestro Galateo. Todo esto sin olvidar los incendios provocados en las casas y demás posesiones de unos campesinos cada vez más descontentos con sus excesos y sus recurrentes ataques a la comunidad de hugonotes asentada en sus territorios. ¿Y el resto de personajes? Pues de lo más variopintos. Aiolfo, el padre del vizconde, vive en una pajarera con sus adorados pájaros; el doctor Trelawney, otrora médico en las expediciones del capitán Cook, persigue fuegos fatuos a la vez que parece perder progresivamente su interés por la medicina; Pietrochiodo, el carpintero del vizconde, disfruta cada vez más construyendo las máquinas malignas demandadas por su jefe en su búsqueda de provocar mayores daños a sus discípulos en los interrogatorios y ejecuciones; Esaú, joven hugonote amigo del narrador, contradice a sus padres y roba todo lo que puede; y Ezequiel, el líder hugonote, se pasa de bueno ante las acciones que a otros les provocarían ira y violencia. Mención aparte merecen la joven campesina Pamela y sus padres. Ante la insistencia por parte del vizconde por casarse con ella, hija y padres adoptarán posiciones antagónicas, poniendo de manifiesto una vez más los contrastes buscados por Calvino en esta obra. Pero todo, absolutamente todo, saltará por los aires al conocerse la realidad de la historia: la otra parte del vizconde, que se creía perdida en algún lugar de Bohemia y finalmente resultará ser la buena, fue rescatada por unos eremitas y regresa también a su castillo unos meses después. Bondadosa, esta otra parte del vizconde se compadece de su contraria y trata de dar ejemplos moralizantes a sus discípulos. Pero su llegada, tras la inmensa alegría inicial, acabará desatando una cruel paradoja: ambas mitades --la guerrera y la bondadosa-- se muestran igual de insoportables.


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