Dos vigilantes quedan aislados durante semanas en el aparcamiento del edificio de lujo donde trabajan, mientras esperan su relevo. La falta de noticias, la soledad y la posibilidad de que todo sea una prueba para conseguir un ascenso generará el aumento progresivo de las paranoias de los vigilantes.
Esta original novela habla de muchas cosas. Habla de sumisión al poder, aceptación de clase, autoengaño, consecuencias psicológicas del aislamiento y la soledad, de desconfianza ante el extraño al grupo (xenofobia)... Los dos protagonistas son hombres deshechos sin lugar a dudas. Sumisos y obedientes que se mienten a sí mismos con la importancia de su misión y se escudan en la rutina para no perder la cordura. Sueñan con un futuro idílico donde su esfuerzo y su trabajo se vea recompensado al entrar en una élite de dudosa existencia. Aislados, en ausencia de olores, colores o sabores tienen en la comida su droga sensorial, su única fuente de placer físico. Es una novela diferente y por tanto valiente. Sin embargo, la primera parte me ha parecido demasiado extensa. Las ensoñaciones del narrador que enlazan con recuerdos o imágenes que le devuelven a un pasado reciente se me han antojado intrascendentes en la mayoría de los casos. No aportan nada a la historia y poco al desarrollo psicológico de Michel. Los personajes y su sumisión extrema me han resultado cada vez menos creíbles a medida que avanzaba en la trama. En la última parte se desprende un poco de ese ritmo lento pero se llega a un desenlace que no cambia mi percepción de los protagonistas. Creo que esta novela en esencia, habría sido un mejor relato, centrado en la tensión y la soledad. Así habría evitado el decaimiento de ritmo y la pérdida de interés paulatino.