Tenía arrestos de capìtán de los Tercios de Flandes, delicadeza de jazmín y feminidad de rosa enamorada. Era ilustrísima, porque lo fue su difunto esposo y se dejaba llamar La Dinerosa por cuyo apodo era conocida en los bajos fondos hispalenses en los que Miguel de Cervantes encontrara a su predecesora La Gananciosa una centuria antes. En el siglo en que le tocó vivir, que fue el XVIII, llamado también de las luces, dominado por una agigantada clerecía y una nobleza, ensoberbecida y encerrada en sí misma, supo introducirse en ella valiéndose de las Cofradías Sevillanas de Semana Santa, ascendiendo por unos Escalones de cera perfumados de incienso y azahar