Conjuga una prosa increíble con un gran conocimiento de Hegel de forma implacable. Por más que la novela permanece todo el tiempo en la lógica hegeliana, en ese trópico perfectamente delimitado, nunca esto le condiciona la construcción del mundo ficcional propuesto por el autor. La riqueza de los diálogos apócrifos entre el joven Hegel y el Conde rumano, entre la potencia juvenil de la modernidad y la reacción medieval en decadencia, son un exquisito homenaje al Drácula de Stoker.