La mejor obra del mejor dramaturgo de la posguerra, una víctima de la salvaje represión de las derechas que ennobleció las tablas del país con su ética inmarchitable. Aún recuerdo la emoción que sentí cuando asistí a su representación en el teatro Bellas Artes de Madrid a final de los sesenta. Nada me ha impactado tanto en una función como esta mirada llena de horror y compasión a las víctimas.