En el caso concreto de El sexo del azúcar, de Rosenzvaig, quizá sirva para algo más: informar muy brevemente que el tema es la crónica de un antiguo ingenio azucarero en Tucumán a través de sus fundadores, su itinerarios y su apogeo, con sus trampas, y fabulosas amantes, seducción, contradicciones, fiestas, enemigos y alianzas. Con un agregado como detalle o desafío: por el clima y sus figuras, lenguajes, escenarios e ironías, este relato se equipara a lo más fescinante de Tizón o de Moyano.