EL SALTAMONTES VERDE

En una ocasión taché a Ana María Matute como la reina de la adjetivación. Los manejas con maestría y fuerza. Ahora ese reinado lo amplío hacia el del cuento. Los hace magníficos, bellos, humanos. Esgrime la mentira como un arma para hacer el bien, nunca el mal. Los sueños son el horizonte hacia el que todos caminamos pero no siempre se alcanzan. En este cuento el sueño anhelado, deseado con fuerza es la meta principal, el objetivo único. Pero un sueño ansiosamente codiciado puede reportar un mal no ambicionado.

Cada cierto tiempo, necesito que mi niña interior se reencuentre con sus autores favoritos, que muchas veces, aunque no siempre, son los míos. En este caso, con un precioso cuento corto que nos enseña el valor de cualquier vida, por pequeña e insignificante que pueda llegar a parecer. Me ha encantado, la verdad, porque tanto aquella niña de hace tantos años como la madre de ahora, salva cualquier bicho viviente que vea (en serio, hormigas, arañas, mariquitas…) de morir a manos de las personas que me rodean. Digamos que ya me han dejado por imposible. Este saltamontes y su relación con Yungo, me han emocionado, he vuelto a sentir la ternura de esta escritora después de algunos años de no leerla. Soy quien soy gracias a Matute y a otros tantos que llegaron en esa etapa de mi vida y que me permitieron no dejar de leer nunca. El libro es corto y se lee muy fácilmente, aconsejo su lectura a todas aquellas personas que piensan que los cuentos son sólo para niños, porque… ¡vaya final!