La labor poética de Luis Suñén (1951), cuyo fruto ahora se reúne en El que oye llover (1978-2006), es representativa de un modo de ser poeta. La reunión de esta obra escrita en el curso de tres décadas demuestra su centralidad para el autor por la solidez de su argumento y por su capacidad para incorporar los estados de ánimo y las circunstancias que la edad modifica. La obra poética de Luis Suñén empieza a construirse alrededor de un conflicto esencial, de raíz filosófica: la percepción de la realidad, o mejor, la percepción poética y subjetiva de lo sensible: “Nada inventa el mundo sin tu ojo”.