Tiene el solitario toda la luz dentro, por eso se convoca a noche perpetua sin dejar nunca de amanecer. Núbil vive en el astro quieto de su sueño, hundido su corazón en latitud sin orillas. Exiliado fiel a su propio destino mide lo infinito mediante latidos, y redime tanta ausencia con un adviento de sombras en calma. Abre surcos el pensamiento del solitario hasta tocar el embrión de lo iluminado, y cada uno de sus deseos se consuma en la vigilia con pulso de un hondo ser sin nadie. Desclavado de cualquier respiración sabe llenar su pecho de mareas silenciosas, y su meta está siempre en la partida. Sin firmamento se desnuda el solitario mientras es amado por lo que no existe. Su destino es renacer en la sorda transparencia del olvido. "Solitario", de Javier Lostalé