A los veintidós años de edad, en 1831, Charles Darwin era un joven inquieto y desconocido. Había estudiado en Cambridge y pensaba dedicarse a la vida religiosa, cuando fue invitado a embarcarse como naturalista en el bergantín Beagle, que se disponía a hacer un viaje alrededor del mundo, al mando del capitán FitzRoy. Darwin recorrió Brasil, la Patagonia, la pampa, Buenos Aires, Uruguay, las Malvinas, Tierra del Fuego, Chile, hasta las islas Galápagos, cuya extraordinaria fauna le inspiró ideas revolucionarias sobre la evolución de las especies. Regresó a Inglaterra cinco años después, con una colección inestimable de fósiles y plantas desconocidas y una serie de apuntes que contenía el germen de la teoría que iba a conmover a la ciencia y que suscitaría agrias controversias académicas y religiosas.