La tercera parte de esta trilogía cierra un relato que nunca querrías que terminara...Yo siempre he querido ser como el pequeño Gerry . De hecho casi lo he conseguido vivir una familia estrafalaria en una isla donde resuenan las chicharras y el sol te abrasa la piel. Rodeado de la luz del Mediterráneo y con ronchas de sal en mi piel. Con el fino humor que caracteriza a Durrell te lo vas a pasar increíble con las bellas descripciones de paisajes , vas a flotar "panzarriba" dejando pasar la jornada en ensoñaciones de un niño sin escuela que vaga libre por acantilados y olivares en diálogo perpetuo con los bichos y sus parientes. Una delicia que hay que paladear soñando esa infancia sin obligaciones ....