¿Hay forma de librarse de Julia Roberts cuando se pone besucona? ¿Puede Harry Potter regentar con acierto una taberna en donde solo se despachan botellines? ¿Qué hacen dos ancianitas en un ascensor guitarra en mano a las tantas de la noche? ¿Es fácil ganarle a Cervantes en un concurso de escritura rápida? ¿Cuál es el mejor sistema para veranear en agosto sin gastarse un euro? ¿Resulta inapropiado escalabrar a un político con una réplica en escayola de la Monumental de las Ventas? Estas y otras pertinentes cuestiones igualmente prescindibles tienen en este libro cumplida satisfacción gracias a la contumacia de Isac, que sin pedírselo nos ofrece un rico abanico de posibilidades -nadie ha dicho estupideces- para las que siempre encuentra el desenlace más oportuno , la respuesta más sutil, la solución más pintiparada, a juicio del publicista de nuestro mismo portal al que hemos abordado para ver el modo de intentar venderlo, y todo ello nos lo propone este tal Isac sin asomo alguno de rubor por el intento ni vergüenza por la osadía. Qué lejos aquellos días en que este tipo se asomaba con timidez a la editorial y nos mostraba con humildad los arrugados folios que albergaban sus primeros manuscritos, en la seguridad de que serían rechazados, como efectivamente hacíamos.