La parábola del hijo pródigo, también llamada del padre bueno o misericordioso, es una muestra perfecta del misterio de la relación de Dios con el hombre, incomprensible para muchísimas personas: la apuesta audaz de los débiles, de los perdedores, de los fracasados, que se presentan ante Dios sin excusas ni méritos y obtienen, siempre, el perdón, la misericordia, el corazón del padre.