El último gran suño había empezado a hacer mella en él. Pensó de nuevo en las historias y en sus esfuerzos por mantenerlas vivas y vibrantes. Su mente barrió el mundo entero en busca de algún indicio sobre la existencia de otro guardián, pero no existía ningún otro. Él era el único que conocía todas las historias, a excepción de una. Él era el único que escuchaba a la noche, que filtraba y pasaba por un sifón sus relatos y arrojaba la gran red de su imaginación sobre la piel de un mundo durmiente.