Una trama que nos hará pensar sobre el origen de toda inspiración, literatura y arte verdaderos. Alinea remotas iglesias románicas de los Pirineos, colecciones de arte en Barcelona, libros antiguos y extraños códigos en piedra. David Salas, un prometedor lingüista del Trinity Collage de Dublín, se encuentra, después de aterrizar en Madrid para pasar sus vacaciones, con Victoria Goodman, una vieja amiga de sus abuelos y con su joven ayudante, una misteriosa historiadora del arte. Ese hecho trastocará sus planes y lo empujará a una sorprendente carrera por averiguar qué ha sucedido con una de los alumnos de la escuela de literatura que regenta lady Goodman. Para su sorpresa, la clave parece esconderse en el mito del grial y su vinculación con España.
Se me ha hecho muy difícil leerlo y me ha parecido artificial la forma de meter al lector en el argumento, demasiado forzado.
Una faceta un tanto curiosa de este autor, me sorprendió, pero en el transcurso de la historia me fue decepcionando un poco. Es de esas novelas que inician atrapantes y que luego se desea terminar por lo soso que comienza a volverse hacia el final.
Está bastante bién combinada la arqueología con el misterio. Deja muchas puertas abiertas al lector para que sigamos buscando respuestas a tantas incógnitas expuestas. Entre ellas buscaré sobre la teoría del secreto.
Me ha gustado esta novela de misterio y fantasía. A la vez que la leía iba buscando por internet todos los lugares y las personas que citaba y me sorprendía ver que todos eran reales. Increíble tejer una historia relacionándolo todo. Una novela que le puede gustar mucho a las personas interesadas en el más allá, los mediums, los secretos... Al final de la novela hay una reseña muy amplia en la que explica la veracidad de todos los datos que ha manejado para escribir la novela.
Me esperaba mucho más de esta novela, primero por el autor, segundo ¿premio planeta? Pues creo que es una novela plana, con una trama sin mucho sentido. Me ha defraudado mucho. Creo que es el peor de este autor, no lo recomiendo.
Escribir es un oficio peligroso –murmuraba a veces en las sobremesas largas de los fines de semana cuando alguno de nosotros le preguntaba por su trabajo-. Imaginar personajes te expone a mentes ajenas –añadía quejumbroso-. Terminas oyendo voces que susurran cosas.
Escribir es renunciar a lo que uno es y ponerse al servicio de vidas ajenas que te susurran al oído.