Pese al revuelo fugaz que había causado, nadie hubiera sabido qué pasaría con el expediente 113, de no ser por la habilidad del inspector Lecoq y su capacidad para disfrazarse. Ocurrió que de la caja fuerte del banquero Fauvel habían desaparecido 350.000 francos. Todas las sospechas recayeron sobre el cajero, el joven Prosper, quien había sido como un hijo para su patrón. Derrumbado, Prosper Bertorny encuentra el apoyo del multifacético Verduret, o Caldas o Lecoq, quien le repone en el trabajo, la sociedad y el amor, si bien ello obligará a desvelar los secretos de una respetable familia, cuya historia constituye una segunda novela de características melodramáticas, insertada en la investigación policíaca de la primera.
INTERESANTE y nada aburrida lectura; es propia de su época, en el que el honor y las pasiones se desbocan por igual y de una manera distinta a como sería hoy en día, pero lanza unas cargas de profundidad a aquella sociedad más que notables; me gustó el desarrollo psicológico del inspector Lecoq, pero también me gustó todo el folletín que desemboca en el robo; supongo que así eran los culebrones de aquélla época.
La desgracia es una visita que puede hacerse esperar, pero que termina por llegar siempre.