Existe la presunción de que el cielo fue un territorio vedado para el conocimiento de los hombres animado por la superstición hasta el surgimiento de las técnicas modernas de observación. Una lectura atenta de la Ilíada descubre por el contrario que hace tres milenios el hombre contaba ya con un conocimiento preciso y ordenado de la estructura del espacio visible que las generaciones que la sucedieron jamás habrían sospechado.