Un diálogo íntimo que sigue las huellas de la familia De la Garza. Los hilos mágicos e íntimos con que fue tejida Como agua para chocolate. Veinticinco años después de la publicación de Como agua para chocolate, y luego de haber conquistado a más de 7 millones de lectores, Laura Esquivel vuelve con la realización del sueño de Tita: compartir con todo el mundo los más íntimos rincones de su corazón. En estas páginas nos adentramos en el universo íntimo de Tita de la Garza a través de su diario. Desde el instante inolvidable en el que descubre el amor hasta el día que debe renunciar a él, para cuidar a su madre, de acuerdo con una antigua tradición familiar. Este doloroso acontecimiento, lejos de confinarla a la soledad y el silencio, la llevará a encontrar sus dos vías de expresión: mediante la escritura dialoga consigo misma y, a través de la cocina, se comunica con el mundo y los otros. El diario de Tita es el espacio donde la protagonista atesora sus secretos más intrincados, recetas sin preparar, recuerdos que casi se diluyen; es el sitio sagrado donde se mezclan todos los ingredientes de una gran novela junto con los destellos espirituales característicos de la autora. Esta historia logra regalarnos un secreto que a su vez nos permitirá recuperar nuestra propia intimidad y, por qué no, nuestro propio secreto guardado en el fondo de una flor marchita o de una carta que luego de generaciones espera sorprender a su asiduo lector.
Siento que no existo. Que tu me inventas cuando me nombras , cuando me llamas , cuando piensas en mí .
Me alejaré de ti , pero no te dejo . Me quedo en el agua , en el viento , en el ámbar del atardecer . Me alejaré de ti , pero recuerda que nunca , nunca te dejo .
Tengo una extraña sensación de estar donde no debo. De ver lo que no quiero. De escuchar lo que no me corresponde
Me alejaré de ti, pero no te dejo. Me quedo en el agua, en el viento, en el ámbar del atardecer. Me alejaré de ti, pero recuerda que nunca te dejo.
Él me respondió que el amor no se piensa, que se siente o no se siente, y tiene razón. Cuando él me mira no puedo pensar en otra cosa más que en lo que estoy sintiendo, y que es algo parecido a lo que una masa de buñuelo debe sentir al contacto con el aceite hirviendo.