Cuando Carlos salió del cuarto me acerqué a la cama, me senté a su lado y me incliné sobre él: sus ojos suplicantes se cruzaron con los míos por última vez. ¿Qué me quería decir? ¿Que lo ayudara a vivir? ¿O que lo ayudara a morir? A vivir, por supuesto, él nunca quiso morirse.
Es una lectura incómoda, a veces desordenada y quizás ofensiva. Esta narrada en primera persona, sin estructura de capítulos y con diálogos yuxtapuestos (bueno... es Vallejo). El SIDA, la familia disfuncional, el homosexualismo, la vida desenfrenada y Colombia... sus políticos, su gente y sus maneras; hay de todo un poco pero siempre tratado con dureza, jerga callejera y a veces un tono burlón. La rabia ante el padecimiento y el dolor por la pérdida del hermano más querido son las excusas para repasar lo vivido y el punto sobre el que gira esta historia.
Es la historia de un hombre tóxico que se queja de todo de su madre su familia y su patria y que se autoexilio con tan mala suerte que al país que se fue la misma miseria lo persiguió saludo a Vallejo con dedito
Narrada en primera persona por la imposibilidad de escribir de otra forma como bien lo explica en la historia, el autor forma de sí mismo un personaje de ficción homónimo que nos hace participes de los últimos días de vida de su hermano, quien agoniza en la casa familiar por las enfermedades que han llegado a su cuerpo al ser este portador de VIH. En el transcurso de los días en que Fernando acompaña a Darío a morir, aunque intenta todo, sabe bien que la condición de su hermano es irreparable, como si fuera una charla entre amigos o conocidos nos narra la historia de su familia, el amor a su padre, el odio a su madre, su homosexualismo, los vicios de su familia, su desprecio por las instituciones del estado, la iglesia y la condición humana. Escrita con vehemencia de carácter, uno de los mayores atractivos que encontré, aunque puede ser un elemento que cause incomodidad al lector que nunca haya leído tantas palabras de grueso calibre en un escrito, es el uso que hace el autor de todos estos madrazos con los que les da vida a esas charlas internas que por convención social somos incapaces de exteriorizar, pero en las que amamos y odiamos sin reparos, maltratamos incluso lo más valioso en nuestras vidas y nos acongojamos con rabia frente a la vida y sus caminos tan lejanos a la justicia. La muerte como personaje mismo al que Fernando le habla abiertamente en negación suprema a ser su esclavo, aunque le ha servido a sus propósitos un par de veces, es un eje central de la narración, a la que se enfilan los caminos del desbarrancadero mismo que es la vida, que aunque nos brinde instantes de dichas infinitas, es inevitable que desde la concepción esta misma vaya ya en declive. Un libro corto con una larga historia, cargada de simbolismos, de verdades crudas, de realismos nada mágicos, chocante pero certera con el desprecio directo en sus líneas en las que usa la figura de la madre para representar a la patria, a la familia, a la procreación. Una historia cargada de misantropía, con el final más humano que se le pueda conceder. Un libro del que una reseña o solo una charla se quedan cortas para apreciar su calidad, fortaleza y mensaje.
Muy bueno. Una lectura ácida por la franca y abierta crítica de la humanidad y la cultura. Una lectura necesaria, cruda que nos recuerda que somos artífices de nuestra propia destrucción.
Libro que puede generar diferentes emociones, encuentros y desencuentros, difícil de comprender sus símbolos, interesante en la medida de poder descifrar y encontrarle en sin sentido
Mucho tenía una perspectiva muy realista, siempre me llamo la atención un personaje que viera lo malo de la vida, para así comprender que no todo en la vida son lecho de rosas, el odio hacia la familia, el odio hacia el gobierno, el odio hacia la vida, pero la conclusión de todo esto, fue que al final comprendió que la muerte es más bella para el. Lo que no me gustó fue su descripción hacia orientaciones sexuales y la forma de ver a las drogas en una forma muy habitual.
La inconciencia o no conciencia es condición sine qua non para la felicidad.
La vida es tropel, desbarajuste; sólo la quietud de la nada es perfecta. ¡Ay del que contribuya al caos de este mundo propagándolo porque en él perecerá! Y no lo digo yo, un pobre diablo: me lo dijo anoche el Profeta.