En las páginas de El Círculo de Viena habitan, entre otros personajes, un misántropo cínico y pertinaz, un obstinado y singular filólogo, un laborioso antiheterónimo pessoano, un desconcertante lector vestido de otoño, un estudiante en plena crisis de identidad, un tipo incierto enfrentado a una realidad esquiva y un recién viudo que emprende un anhelante retorno a las raíces. En definitiva, un puñado de individuos y desasosegados que deambulan infatigables por las calles de la ciudad —ya sean éstas las amplias avenidas de Viena o París, las que componen la precisa geografía de la Baixa lisboeta o las anodinas callejuelas de una ciudad cualquiera de provincias— presos de una insaciable necesidad de búsqueda a la que se aferran esperanzados y que parece empujarlos trágicamente hacia su propia perdición.