Jeannette Walls revela la historia de su propia familia. Un padre carismático y entusiasta, que transmite a sus hijos la pasión de vivir pese a que es un alcohólico destructivo. Una madre pintora, un espíritu libre que no quiere asumir su papel de madre de cuatro hijos. Una historia conmovedora sobre una familia que ama y también destruye, que es fiel y a la vez decepciona. Una obra excepcional sobre la locura, la pobreza y el amor, de la que uno sale cambiado para siempre.
Realmente sufrí leyendo este libro, tuve momentos de mucha rabia e impotencia, y es que no me cabe en la cabeza la existencia de seres tan desentendidos y despreocupados de la seguridad física y emocional de sus propios hijos. Aún sigo sin entender como teniendo pleno conocimiento de sus dificultades y contando con las herramientas necesarias para resolverlas decidían seguir padeciéndolas sin importarles que las personas que dependían de ellos sufrieran innecesariamente. Amaban a sus hijos pero me parece que no sabían cómo cumplir con sus responsabilidades de padres. Los hijos de la familia Walls son un claro ejemplo de que se puede escapar del caos, tener sueños y superarse con pasos determinados y mucha voluntad. Una historia que se debe leer o pueden ver su adaptación cinematográfica (2017), aunque siempre me quedo con el libro😌
Historia real que no deja indiferente a nadie. Increíble la capacidad de supervjñivencia y fortaleza de los niños.
Es uno de los libros más poderosos que leí en mucho tiempo. Su narración es conmovedora y vibrante. Dura y sincera; realista en todo momento. Hice el camino con la autora encontrando paralelismos asombrosos con su manera de entender la experiencia de los niños que son sometidos a crecer de golpe en un ámbito familiar complejo e inusual. La descripción por momentos desgarradora de lugares comunes de la infancia que la mente se esfuerza por negar, me ayudó particularmente a abrir un camino a mi historia personal desde donde estaba escondida hacia la superficie. Me pregunto todo el tiempo si este tipo de escritores que deja la vida en un texto puede volver a escribir algo más de tal nivel y complejidad, porque tengo la sensación que al escribir la última estrofa de este libro, la autora dejaba en él la carga emocional de media vida. Después de escribir un libro así, yo no sería capaz nunca más de despertar ahogada por un recuerdo convertido en mal sueño. Después de escribir un libro así, la libertad del espiritu debiera ser total.
El Castillo de Cristal es un libro que te atraviesa. Comenzas con una historia de una familia distinta, ajena, pero de a poco y sin darte cuenta el viaje es cada vez más y más interno e introspectivo. Es cierto que no hay una familia que se parezca a otra, pero este libro pone esa certeza en jaque, o en duda al menos. Se trata de una lectura que sensibiliza y conmueve, pero escrita de tal manera que no cae en lugares comunes o predecibles. Es de esos libros que hacemos nuestros, que nos cuestionan y preguntan cosas, pero que también nos sumergen en la esperanza, no la esperanza del pensamiento mágico sino la esperanza que aparece cuando nos ponemos en movimiento. No solo nos dejan con un nudo en la garganta en el transcurso de la lectura, sino que nos coloca frente a un espejo, para luego permitirnos desanudar ese nudo.
Me dijo que era su hija preferida, pero me hizo prometerle que no se lo diría a Lori ni a Brian ni a Maureen. Era nuestro secreto.
Maureen le llamaba borracho despreciable y papá a Maureen cría enferma, la débil de la carnada de cachorros, a la que habría que haber ahogado cuando nació.
Quienquiera que haya acuñado la frase «un hombre tiene que jugar con las cartas que le han tocado», era, con toda seguridad, un gilipollas para echarse faroles
Estar enferma podría significar quedarse en nuestra casa congelada en vez de pasar el día en un aula calentita.