Tras vender más de un millón de ejemplares de Nelly tiene 25 años, vive en París, le gusta la vida tranquila, adora los libros antiguos, desconfía de los hombres atractivos, está enamorada en secreto de su profesor de filosofía, cree en los presagios y nunca jamás se subiría a un avión. Desde luego no es el tipo de persona que cogería todos sus ahorros una mañana fría de enero, se compraría un bolso rojo y se montaría en un tren a Venecia. Pero a veces las cosas ocurren. Cosas como un catarro, un amor inesperado o una inscripción misteriosa en un viejo libro... Y a veces hay que perder el suelo bajo los pies para llegar al séptimo cielo. Nicolas Barreau vuelve con una novela deliciosa que lleva al lector del norte al surpara conducirlo a un pequeño café en el que aguardan los secretos y los milagros son posibles. La crítica ha dicho... «Un libro maravilloso que te hará volar.» «Chica conoce chico en esta comedia romántica con el mágico trasfondo de Venecia. Solo hay una cosa que podamos hacer... ¡suspirar!» «No podrás evitar identificarte con Nelly y amar y sufrir con ella mientras espera una señal del destino. Nicolas Barreau de nuevo ha logrado escribir un romance maravilloso.» «Una encantadora historia de amor.»
Más que elegir el libro, él me eligió a mi, lo encontre de casualidad y no he parado hasta terminarlo. Una bonita historia que te hará viajar hasta Venecia y vivir el libro como si pasara en tu propia piel. Te va a enamorar.
Es admirable la forma en que el autor describe lugares. Ya sean sitios geográficos o escenarios dentro de una habitación, cafetería, etc. Este libro me dio inmensas ganas de conocer Venecia. Es una historia de amor real. Para nunca dejar de creer que el amor puede nacer en el lugar y en el momento menos pensado. A raíz de esta novela intentaré conseguir otras del mismo autor.
Lo bueno de creer en las señales es que pueden orientarte en el desconcertante mapa de la vida. Lo malo de ellas es que reflejan nuestras propias deficiencias, y siempre justo cuando no estamos en condiciones de captar su mensaje orientador."
-Pero ¿por qué quieres ser desgraciada cuando puedes ser feliz? - insistió. -Nadie quiere ser desgraciado. -Entonces olvídate de tu vida complicada y déjame ser tu ministro de pensamientos bonitos."
Quizá, pensó, a veces era más sencillo confiar en la amabilidad de los extraños. A diferencia de los amigos o la familia, los desconocidos no tienen ningún interés personal cuando se les cuenta algo, ni tampoco una opinión preconcebida, y eso lo hace todo más fácil."
Si uno era capaz de poner orden en las cosas pequeñas y darle a cada una el lugar que le correspondía, también podía controlar las grandes cosas, pensaba. No había que dejar que las cosas te dominaran, pues entonces en algún momento perderías el rumbo y te hundirías."
¿Cuántos grandes y también pequeños malentendidos fatales acabarían bien si se tuviera siempre la posibilidad de escuchar hasta el final y conocer así toda la verdad?