«En el siglo XX, en Europa», dice el narrador, «no queda lugar para tierras misteriosas ni anacrónicas aventuras robinsonianas.» Pero un joven seminarista, excelente traductor del griego y del latín, y absoluto ignorante de los códigos del mundo, se ve compelido a protagonizar una extraña peripecia.En El año de Gracia se reúnen muchos de los elementos de la novela clásica del género —tempestades, naufragios, una isla desierta e, incluso, un especialísimo y ocurrente salvaje.— pasados por el tamiz peculiar al mundo onírico de la autora. Cristina Fernández Cubas cambia ahora, en su primera novela, los espacios cerrados, a los que nos tenía acostumbrados, por la ominosa libertad de unas tierras sin nombre. El resultado es El año de Gracia : una original e inquietante aventura que nos hace desear un buen fuego y afuera, tras los cristales, una magnífica noche de tormenta.
La prosa de Fernández Cubas es para mi uno de los mayores tesoros de este libro y hacen que el lector pase las páginas con interés por seguir conociendo la historia de Daniel. Y no solo está ambienta de maravilla, sino que también nos muestra la desesperación humana en forma de soledad, de miedo y de locura. Con ciertas reminiscencias a las historias de Poe, Fernández Cubas logra convertir esta novela corta en una historia sangrienta, terrorífica y muy interesante.
Una novela de aventuras. Los infortunios de Daniel, el ex seminarista, se inauguran con la muerte de su padre, con quien lo enfrentaban cuestiones filosóficas y morales y por quien había elegido de manera provocativa la reclusión religiosa. Pero la vuelta al mundo de las experiencias le trajo nuevas privaciones: naufragios, abandono, sacrificios y muerte. Si bien es cierto que en la novela Daniel termina recuperando su pertenencia al mundo, no dejará de estar atravesado por las experiencias durante su año de gracia.