Entre los grandes exploradores de África, John Hanning Speke fue sin duda el más tenaz. Logró lo que ningún otro consiguió a pesar de ser muchos los que intentaron durante cientos de años y desde los días de Nerón. Fue el primer occidental en localizar las fuentes del Nilo en el lago Victoria. Nadie se lo reconoció en su día y tuvieron que pasar catorce años desde el descubrimiento, y doce desde su muerte, para que el mundo de la geografía y la exploración reconociese el valor de sus afirmaciones. De modo que no pudo disfrutar en vida de una gloria bien merecida. Su diario tiene la virtud de contagiar el entusiasmo y despertar en nosotros el espíritu aventurero que guió al autor en su largo periplo. Este libro es el relato de aquella hazaña y hay que leerlo como un libro de aventuras, que es lo que realmente es, con el valor añadido de ser real.