Memorias de un niño leído Verano, la campiña, la cocina a través de una puerta se abre al campo. Trajinaban en ellas las mujeres. Y por aquella puerta yo salía al huerto, y arrancaba de la mata un tomate al que daba algún mordisco. Y escogía algún fruto bien maduro del árbol, con pericia de un experto. Agotado del juego matutino a comer me llamaban, y el gazpacho embaulaba y algún plato riquísimo. Luego a dormir la siesta. Por la tarde, en un sillón de mimbre me sentaba bajo las buganvilias del jardín. Y pensaba qué triste era mi vida.