La tentación de ser Dios, dice el narrador de esta novela, 'cuando es genuina, prefiere visitar a los muy pobres, a los desesperanzados, a los que no cayeron en la trampa de un destino ordenado'. Algo de esa omnipotencia sobrevive en el desencanto, la resignación y el cinismo de Medina, el enfermero casi médico que llegó a Lavanda bajo la protección de la inefable Frieda von Kliestein, alejado de Santa María y de su pasado de comisario pendenciero.Medina, además, pinta, y busca mujeres que, más que modelos reales, parecen salir del interior mismo de la tela. En la historia oscura de la que es el centro, él y los personajes que lo rodean se mueven cómodos entre la abyección y la farsa, y el lector puede estar seguro de que todos ellos tienen la percepción, inequívoca, de haber perdido definitivamente la oportunidad del paraíso.
Desde el inició nunca me atrapo, una lectura muy poco comprensible, los personajes solo andan por la vida sin un propósito. Yo solo rogaba que terminara ya la lectura.
Medina ex pintor, ex comisario, ex médico, profesiones en las que fracasó irremediablemente regresa a Lavanda a vivir el resto de su vida. Las historias de Santa María comienzan en La vida breve, El Astillero, Juntacadaveres y culminan en Dejemos hablar el viento. Ineludibles de la realidad latinoamericana dónde los personajes deambulan según la baraja que les muestra la vida. Cuando termine amplió.
"Y la fe puede ser puesta y atizada en lo más desdeñable y subjetivo. En la turnante mujer amada, en un perro, en un equipo de fútbol, en un número de ruleta, en la vocación de toda una vida".