Compártelo Email Google+ Facebook Twitter Sinopsis Los cuentos de John Cheever son el gran testimonio literario de la clase media estadounidense de los años cincuenta y sesenta. Conocido como «el Chéjov norteamericano», fue el gran cronista de ese territorio casi mitológico de las zonas residenciales a las afueras de las grandes ciudades, con sus fiestas de cóctel y piscina, sus despertares de periódico en la puerta, sombrero, maletín y beso a los niños, tardes con cuartetos de Benny Goodman en la radio y noches enteras anhelando una vida distinta. Cheever convirtió con maestría ese espejismo de éxito y felicidad en el escenario de glorias y penas de familias que, entre la frustración, el deseo y el tedio, conforman un retrato incomparable del alma humana que transciende cualquier época o país. Esta edición incluye un epílogo de Rodrigo Fresán y mantiene la selección del propio Cheever, merecedora tras su publicación en 1978 del Premio Pulitzer y el National Book Critics Circle. Recorriendo una trayectoria de casi tres décadas, contiene relatos tan emblemáticos como «El nadador», retrato onírico de un hombre a la deriva, o «El marido rural», novela en miniatura según Nabokov cuyo protagonista sobrevive a un accidente de avión y vuelve a casa ante la indiferencia total de su familia. Cheever, que luchó toda su vida contra la adicción al alcohol y contra una bisexualidad reprimida, demostró conocer a la perfección los estragos que causan las pasiones más ocultas cuando explotan sin apenas ruido. En plena oscuridad supo encontrar destellos en las existencias más apagadas, débiles rayos de luz que en sus manos acababan alumbrando una vida entera.
“No disimular nada ni ocultar nada, escribir sobre las cosas más cercanas a nuestro dolor, a nuestra felicidad; escribir sobre mi torpeza sexual, el sufrimiento de Tántalo, la magnitud de mi desaliento –creo entreverlo en sueños–, mi desesperación. Escribir sobre los necios sufrimientos de la angustia, la renovación de nuestras fuerzas cuando aquéllos pasan; escribir sobre la penosa búsqueda del yo, amenazado por un extraño en correos, un rostro apenas entrevisto en la ventanilla de un tren; escribir sobre los continentes y las poblaciones de nuestros sueños, sobre el amor y la muerte, el bien y el mal, el fin del mundo. “ John Cheever “La alarma empezó a sonar a las seis de la mañana. Sonó débilmente en la vivienda del primer piso que Chester Coolidge ocupaba como pago parcial de su puesto de superintendente en un bloque de apartamentos, pero lo despertó al instante; dormía sin perder conciencia del golpeteo de la maquinaria del edificio, como si aquel estuviera vinculado a su propio bienestar. Se vistió rápidamente en la oscuridad y corrió por el vestíbulo hasta la escalera de servicio; allí, una cesta de color melocotón, llena de rosas y claveles marchitos, le estorbó el paso. La apartó de un puntapié, bajó a paso ligero la escalera de hierro hasta el sótano y corrió por un pasillo cuyas paredes de ladrillo, recubiertas de pintura, recordaban el pasadizo de alguna catacumba. El sonido del timbre subió de volumen a medida que se aproximaba al cuarto de máquinas. La alarma significaba que el tanque de agua del tejado estaba casi vacío, y que el mecanismo que regulaba el suministro de agua no funcionaba. Al llegar al cuarto, Chester puso en marcha la bomba auxiliar.” (Comienzo del cuento EL SUPERINTENDENTE) Sus personajes son seres cotidianos, cercanos y uno los puede visualizar, casi tocarlos. Un gran escritor. La literatura fue su tabla de salvación, su disfraz para afrontar los sinsabores de la vida. En un apunte de su diario de 1948, anotó: “No nací en una verdadera clase social, y desde muy pronto tomé la decisión de infiltrarme en la clase media como un espía para poder atacar desde una posición ventajosa, solo que a veces me parece que he olvidado mi misión y tomo mis disfraces demasiado en serio”. LIBRO MUY RECOMENDABLE
A grandes rasgos, los cuentos de Cheever se dividen en tres grupos: Historias de la vida en Nueva York sobre gente que está atrapada en una lucha constante para conseguir el dinero que les permita alcanzar o sostener determinada posición social, pero siempre están a merced de la suerte. Historias de los suburbios (como la ficticia comunidad de Shady Hill) sobre gente acomodada que disfruta del lado glamuroso del alcohol y las reuniones sociales, pero cuya vida familiar se ve amenazada por el creciente peso de los pequeños problemas, la rutina y el paso del tiempo (en las que la infidelidad es tan común que luego de tres o cuatro cuentos no solo es predecible, sino aburrida). Historias sobre norteamericanos en Italia (que son las menos interesantes), con personajes incapaces de aceptar que las cosas en otro país son diferentes, a tal punto que incluso el turismo parece un castigo para ellos. Muchos de estos cuentos no envejecieron bien. Además, Cheever tiende a repetirse en cuanto a temas y personajes (casi todos hombres con matrimonios infelices). Aunque quizás esto sería menos evidente, o al menos no me hubiera cansado, si no hubiera leído estos 61 cuentos de corrido. Mis favoritos: “Reunion”, “The Swimmer”, “O Youth and Beauty!”, “The Sorrows of Gin”, “The Music Teacher”, “The Enormous Radio” y “The Children”.
Uno de los tres o cuatro grandes autores de relatos de la.literatura contemporánea, en mi opinión. Sólo Raymond Carver y Thomas Wolf pueden ponerse a su altura. Contemporáneo de Salinger, otro grande claro, es autor de relatos extraordinarios, llenos de sutileza y oscuridad
"Para los amantes, el contacto desencadena una metamorfosis. Todo parece transformarse, y se convierten en algo distinto y mejor. Aquélla parte de las experiencias de cada uno, definida y separada -la totalidad de años que han precedido al encuentro-, se modifica, se reordena y redirige hacía aquél preciso momento. Sienten que han alcanzado un grado de intensidad idéntico, un éxtasis de sincronización total, y cualquier recuerdo que los asalta cobra una claridad definitiva..." Con este pasaje de uno de sus cuentos, los invito a ingresar al universo creado por un escritor cual si fuera una deidad pero acompañada por una fragilidad tan profundamente humana...
𝙽𝚘 𝚜𝚎 𝚖𝚘𝚕𝚎𝚜𝚝ó 𝚎𝚗 𝚍𝚊𝚛 𝚞𝚗 𝚗𝚘𝚖𝚋𝚛𝚎 𝚊 𝚕𝚊 𝚌𝚊𝚙𝚊𝚌𝚒𝚍𝚊𝚍 𝚌𝚞𝚛𝚊𝚝𝚒𝚟𝚊 𝚍𝚎𝚕 𝚖𝚊𝚛 𝚊𝚋𝚒𝚎𝚛𝚝𝚘, 𝚙𝚎𝚛𝚘 𝚏𝚞𝚎 𝚜𝚒𝚗 𝚍𝚞𝚍𝚊 𝚞𝚗𝚊 𝚍𝚎 𝚕𝚊𝚜 𝚙𝚘𝚌𝚊𝚜 𝚘𝚙𝚘𝚛𝚝𝚞𝚗𝚒𝚍𝚊𝚍𝚎𝚜 𝚚𝚞𝚎 𝚙𝚎𝚛𝚍𝚒ó 𝚍𝚎 𝚒𝚗𝚏𝚛𝚊𝚟𝚊𝚕𝚘𝚛𝚊𝚛. 🌊🤍