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Sinopsis de CUENTOS COMPLETOS WILDE
Este volumen ofrece toda su narrativa breve, pequeñas joyas literarias que él calificaba de estudios en prosa, pensadas tanto para niños como para adultos. Sus primeros relatos (El príncipe feliz, El ruiseñor y la rosa…), con ecos de Andersen, Hoffmann y la tradición popular, son fábulas de exquisita prosa, cuyo encanto reside en la ingenuidad y la bondad que exaltan. En El crimen de lord Arthur Savile y otras historias, entre las que destaca el famoso relato El fantasma de Canterville, Wilde da rienda suelta a su vena satírica y humorística, mientras que en La casa de granadas, influido por el simbolismo decadente francés, se muestra mórbido, pagano y sensual, caminando triunfal por la belleza. Al final de su vida, vio derrumbarse su mundo de lujo y escarlata y adoptó una ética franciscana, casi a la mística, al lado de los humildes y los marginados. Falto de estímulo creador, y decepcionado ante el mundo, acabó convertido en uno de sus personajes y murió abandonado, tras alcanzar la bondad después de una vida de fasto y fulgor.
2 reseñas sobre el libro CUENTOS COMPLETOS WILDE
Los cuentos de Óscar Wilde desgarran el alma, te sumergen en profundas reflexiones sobre la condición humana y también te elevan por un cielo incólume. También logra crear un ambiente de jocosidad en algunos de ellos, dónde la ironía es el principal medio para ridiculizar las convenciones sociales de la era victoriana. Sin duda, Wilde es uno de los seres humanos más preciosos e inteligentes que ha dado esta tierra, y su legado, en esta compilación de cuentos es una evidencia de su inmortalidad. Podrán haberlo deshecho tras encarcelarlo injustamente en un calabozo, pero jamás podrán impedir que las generaciones de ayer, de hoy y de mañana lean sus palabras y escuchen cantar a ese ruiseñor, que fue, un narrador y poeta amador de la vida, un alma enamorada del buen humor y la belleza masculina, un adelantado a su época, un ser que no merecemos. Siempre lloraré leyendo sus cuentos, porque cuando niño, no entendía que él fue el principe feliz, no sabía que él era ese ruiseñor que dejó su sangre para pintar esa rosa pisoteada posteriormente, no supe que él era el gigante egoísta cuyo espíritu fue expiado. Lloraré porque sabía que era bello, pero no sabía cuánto. Y, eso, eso sí es un pecado.
