Sinopsis de CRATILO

Hermógenes: Si pudieras interpretar, entonces, de algún modo el oráculo de Crátilo, te escucharía con sumo placer. Y con mayor placer aún escucharía cómo te parece que es el asunto de la adecuación de los nombres, si quieres. SOCRATES: Hermógenes, hijo de Hipónico, hay un antiguo proverbio: difícil es aprender cómo son las cosas bellas. En efecto, tampoco el de los mombres resulta ser un pequeño tema de aprendizaje.

2 reseñas sobre el libro CRATILO

A ver, yo no le quiero faltar al respeto a Platón, pero básicamente son etimologías a menudo incorrectas para sostener una tesis obviamente falsa,que las palabras se relacionan de un modo no meramente convencional con el referente. Platón tiene cosas mejores.


Crátilo o sobre el lenguaje. Es un diálogo de transición hacia la madurez. [Cuando ellos (los mayores) nombraban alguna cosa y consecuentemente con esa apelación se movían hacia algo, lo veía y comprendía que con los sonidos que pronunciaban llamaban ellos a aquella cosa cuando pretendían señalarla. Pues lo que ellos pretendían se entresacaba de su movimiento corporal: cual lenguaje natural de todos los pueblos que, con mímica y juegos de ojos, con el movimiento del resto de los miembros y con el sonido de la voz hacen indicación de las afecciones del alma al apetecer, tener, rechazar o evitar cosas. Así, oyendo repetidamente las palabras colocadas en sus lugares apropiados en diferentes oraciones, colegía paulatinamente de qué cosas eran signos y, una vez adiestrada la lengua en esos signos, expresaba ya con ellos mis deseos. Agustín, en las Confesiones (1.8): Citado por Ludwig Wittgenstein en sus ‘Investigaciones filosóficas’] Platón, por medio de su maestro Sócrates, instala esta discusión entre Crátilo y Hermógenes sobre la naturaleza del <nombre>. La postura de Crátilo sostiene que “existe naturalmente una denominación precisa para cada uno de los seres; es decir, que los nombres no son la denominación que suele darse a los objetos como consecuencia de un acuerdo o inteligencia previa en virtud de lo cual se les designa mediante una parte del lenguaje, sino que existe como existencia natural y propia de una manera fija y precisa para denominar, de manera única y la misma para todos, tanto griegos como barbaros”. En cambio, la postura de Hermógenes es que “la precisión de los nombres sea otra cosa que un puro acuerdo y una convención. A mi juicio, si es justo el nombre que se le asigna a un objeto, no es menos justo que se le da cuando se le cambia a otro. Y es que la naturaleza no asigna nombre alguno a los objetos como cosa que les sea absolutamente propia e insustituible sino mas bien que se trata de un asunto de uso y costumbre entre aquellos que suelen estar encargados de dar nombres”. Naturalmente en ese dialogo Sócrates no toma un partida entre si los <nombres> son una convención social, o bien son dados en la naturaleza y estos son aprehendidos, percibidos o inteligidos por un “artesano de nombres” que capta, por medio de la enunciación del nombre, la esencia de los objetos, sino que coteja ambas posturas señalando los puntos fuertes y débiles de cada postura y, a la par, indaga en una vasta etimología de los dioses griegos las dificultades que soslayan en la pronunciación de ciertas palabras que van adquiriendo nuevos modos de escribirse, por ejemplo: Poseidón, nombre dado por su primer autor por el “hecho de haber sido detenido en una marcha por la naturaleza del mar, que, impidiéndole ir más lejos, fue como una traba para sus pies”. El dios que manda en esta fuerza recibió, pues, su nombre “Poseidón” como ‘entrabando los pies’ o <Posidesmon>. La ‘ε (e)’ ha sido añadida, tal vez, por elegancia. (…) O tal vez, en vez de una ‘σ (s)’ pronunciaban dos al principio para indicar que este dios ‘sabe muchas cosas’ (polla eidós); tal vez, asimismo ha sido llamado ‘el sacudidor’ (ó seíon) de “seiein” (sacudir), con una adición de una ‘π (p)’ y de una ‘δ (d)’. Y así, con el nombre ejemplificado de “Poseidón” Sócrates (Platón) extralimita la composición etimológica de algunas palabras heredadas de pueblos más primitivos y que conforme se fueron traspasaron fueron adquiriendo o perdiendo algunas vocales. Cabe destacar no la “falsa” o “exagerada” formulación de ciertos significados sino la necesaria hipotetización de las posturas encontradas ante él. De esta manera no se queda en que una versa sobre una verdad y la otra pierde fuerza, o viceversa. El contraste necesario llevado dispone a los oyentes a reformular sus tesis iniciales. Hay, en este texto, análisis etimológicos, semánticos, gramaticales, etc., en que se bifurcan distintos análisis sobre la naturaleza propia de los nombres. Ha de añadirse que, en este texto, y en los demás dialogo, la sutil presencia de la teoría de las ideas en que Platón fundamenta fuertemente en su libro de Madurez (y dogmática) “La república” o en su lectura griega <Politeia> se cierne sobre la posibilidad de un “artesano”, “constructor” originario (eidético) de los primeros nombres heredados. De esta manera, la importancia no radica en el material con el cual, por ejemplo, el herrero modela al objeto de la ‘Idea’, sino que ‘idea’ y ‘forma’ mantenga concordancia con la natural propiedad del nombre. Pues, debe haber o hay, propiamente tal, una particular esencia que no es ajeno ni que no sea inherente al nombre y que esta particularidad sea para todo caso un concepto arraigado; pues, la ‘manzana’ se define ‘manzana’ como la reunión de particularidades que hacen de una ‘manzana’, manzana.


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