La inmigración es, ante todo, una realidad. La publicidad constituye un agente económico de enorme peso en cualquier país, pero también es un elemento social e integrador en la medida en que es capaz de generar modelos y estilos de vida. Analistas y agentes pubilcitarios deben considerar la cultura de dichos inmigrantes, pero desde la perspectiva de la integración y el mestizaje y no desde una diferenciación radical que promueva, de forma más o menos indirecta, un proceso de segregación. La diversificación y la creación de compartimentos propia de la publicidad, que se orienta a un público objetivo es potencialmente peligrosa si no se atiende con cautela cuestiones sociales como la del fenómeno migratorio.