CLARABOYA

«El Hombre, con H mayúscula, como a veces lo veo en los periódicos, es una mentira,una mentira que sirve de tapadera para todas las villanías. Todo el mundo quiere salvar al Hombre, nadie quiere saber nada de los hombres. » José Saramago Un relato con la fuerza y la profundidad en un amanecer de Lisboa. Somos testigos en tratar de escudriñar las emociones desenfrenadas que nos muestra peldaño a peldaño personajes que se alejan de la faceta del maniqueísmo y así nos brinda contrastes o giros. Las revelaciones de un pequeño mundo sostenido por las grandes frustraciones,necesidades y la añoranza sobre ilusiones que han caído en saco roto.

No está escrita en el habitual tono narrativo de Saramago, aunque en ella se atisba incipientes rasgos de ese tono que tanta personalidad le confiere al autor en su forma de narrar. En general me ha gustado aunque queda lejos de sus grandes obras posteriores.

Bonita historia, con tintes agridulces, sobre la vida de los vecinos de un edificio lisboeta. Narrado de una manera ágil, pero con los rasgos que marcan la escritura de Saramago, me ha resultado más fácil leerlo que otros de sus títulos. Un descubrimiento.

Pensar que este libro fué escrito a los 31 años te hace ver que Saramago nació con un talento prodigioso para escribir. Ya en esta obra se puede anticipar que merecía ganar el premio Nóbel. Una profunda visión del alma humana. Una lectura muy recomendable y además entretenida.

“El libro perdido y hallado en el tiempo”, como le decía Saramago. La editorial lo recibió en 1953 y recién llamó al autor para publicarlo en 1989, casualmente después de que Saramago fuese honrado con el Premio Nobel. Saramago respondió que no lo quería publicar, ni en ese momento ni hasta que se muera. Sus hijos decidirían qué hacer. La casa editorial, con poca vergüenza, decía haberlo encontrado en una mudanza, nada menos que 36 años más tarde. Saramago no lo quiso publicar. Estaba dolido porque, decía, “nadie está obligado a amar a nadie, pero todos estamos obligados a respetar a todos”. Una noble respuesta y enseñanza del escritor portugués. El libro es bueno, sin alcanzar el nivel de sus libros posteriores, pero ya mostraba su magia e ironía para retratar la vida en Lisboa.

Me costó empezar pero luego ya no lo podía dejar. Saramago y su prosa exquisita, donde los personajes se narran a sí mismos, con descripciones riquísimas de su cotidianeidad, nimiedad y grandeza humana.

La leí en portugués. Me recordó mucho a La colmena, de Csmilo José Cela

Siempre amando al señor Saramago